2015-06-15
Jorge Mendoza Vester
Economista U de Chile
Magíster en Pensamiento Contemporáneo UDP
Sin duda 1989 marcó un antes y un después en el contexto internacional, ya que desde ese año la escena mundial inicia un un brusco cambio que redefine la estructura política y social de Europa Oriental y de una buena parte del mundo. El hecho histórico que mejor simboliza este proceso es el derrumbe del muro de Berlín, que hasta ese momento separaba a los ciudadanos de la República Democrática Alemana de los habitantes de Berlín Occidental, pertenecientes a la República Federal Alemana.
En los meses o días previos a este hecho pocos se habrían atrevido a pronosticar un suceso de esta naturaleza, sin embargo, unos meses antes, en el verano del hemisferio norte, en la revista The National Interest, fue publicado un artículo de Francis Fukuyama titulado ¿El Fin de la Historia? El artículo en esencia planteaba que la Historia había llegado a su fin debido al triunfo de la democracia liberal y de alguna manera anticipaba la caída del Muro de Berlín y el posterior derrumbe del modelo soviético.
El artículo tuvo gran éxito en la época en que fue escrito, ya que proporcionó una explicación satisfactoria de un proceso que a todo el mundo tomó por sorpresa. Más aún, los sucesos posteriores a la caída del Muro, como la desintegración de la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia, parecieron confirmar la validez de la tesis de Fukuyama.
Más allá de si todas las conclusiones presentadas por Francis Fukuyama son correctas, en el artículo mencionado y en otros textos posteriores, el autor plantea un tema de enorme interés para el desenvolvimiento de la teoría política actual y futura.
En lo que sigue realizaremos un análisis crítico de las tesis centrales las cuales se encuentran formuladas en el artículo ya mencionado "¿El Fin de la Historia?", en su libro de 1992 "El Fin de la Historia y el Último Hombre" e incorporaré para el análisis un texto posterior de Fukuyama titulado "Pensando sobre el Fin de la Historia Diez Años Después".
Como he señalado la tesis central del señor Fukuyama sostiene que la caída del comunismo y el triunfo de la democracia liberal marcan el comienzo de la etapa final en la Historia de la humanidad en la que ya no habrían batallas ideológicas y en este sentido, la Historia como tal habría llegado a su fin.
Fukuyama se plantea de manera interrogativa: "¿Hemos realmente llegado al término de la historia? En otras palabras, ¿hay "contradicciones" fundamentales en la vida humana que no pudiendo resolverse en el contexto del liberalismo moderno encontrarían solución en una estructura político-económica alternativa?"1 Por cierto la respuesta que se da a esta pregunta es negativa y sostiene que la democracia liberal es la forma más evolucionada de organización donde se pueden resolver todas estas contradicciones
EL autor sostiene que el Siglo XX se inicia con una situación muy debilitada de la idea liberal, ya que primero tuvo que batallar "...con los remanentes del absolutismo, luego, con el bolchevismo y el fascismo, y, finalmente, con un marxismo actualizado que amenazaba conducir al apocalipsis definitivo de la guerra nuclear"2. Sin embargo, a fines de este mismo siglo los hechos políticos le dan el triunfo definitivo al liberalismo sobre las otras utopías.
En el desarrollo de su tesis Fukuyama se apoya en los planteamientos sobre la historia del filósofo alemán G. W. Hegel y más específicamente en la versión proporcionada por el francés Alexandre Kojève. De acuerdo a Fukuyama:
"Para Hegel, las contradicciones que mueven la historia existen primero en la esfera de la conciencia humana, es decir, en el nivel de las ideas; no se trata aquí de las propuestas electorales triviales de los políticos americanos, sino de ideas en el sentido de amplias visiones unificadoras del mundo, que podrían entenderse mejor bajo la rúbrica de ideología"3
Y son estas ideas las que se encargan de pone en marcha el motor de la historia ya que las raíces del comportamiento económico se encuentran en el ámbito de la conciencia y la cultura. Es decir, para el autor apoyándose en Hegel entender los procesos que explican la Historia implica comprender los desarrollos que se producen en la esfera de la conciencia, ya que es ésta la que recreará finalmente el mundo material a su propia imagen.
Implícita en la pregunta que se hace Fukuyama es si existe una evolución finita de la sociedad humana y a que tipo de organización social corresponderá ésta. La paulatina disminución de los regímenes autoritarios y totalitarios a lo largo de la historia muestra que el movimiento es hacia el aumento y fortalecimiento de las democracias a escala mundial. En este sentido el autor coincide con los puntos de vista sostenidos por Hegel y Marx, respecto a que la Historia tiene un final en su evolución y que éste llegará cuando la humanidad encuentre un tipo de organización social que responda a sus necesidades y aspiraciones más profundas.
En opinión de Fukuyama el determinismo materialista que sostiene que la economía liberal produce automáticamente políticas liberales, no es válido ya que piensa que la economía y la política requieren un estado previo de conciencia que las hace posibles.
De acuerdo a lo anterior, para responder a la pregunta de si se ¿ha llegado al fin de la Historia? es necesario recurrir a la esfera de la ideología y la conciencia y en este sentido los dos principales desafíos que enfrentó en el Siglo XX el liberalismo, fueron el fascismo y el comunismo. El primero fue destruido como ideología viviente por la Segunda Guerra Mundial, derrota que por cierto fue material, pero que también implicó la derrota de la idea.
Para Fukuyama el desafío ideológico planteado por el comunismo fue mucho más serio. Para Marx apoyado en el instrumental teórico de Hegel, la historia terminaba en el comunismo como respuesta a la disolución de las clases tras la abolición de la propiedad privada. Sin embargo, Fukuyama refuta esta idea, afirmando que por un lado la ineficiencia del sistema económico soviético, causado por la planificación centralizada y la ausencia de libertad para la toma de decisiones y por otro lado, la superioridad del liberalismo económico para permitir un acceso masivo a la cultura de consumo hacen de este último un triunfador inobjetable.
Aun cuando el liberalismo como ideología política se alza como vencedor en esta batalla de ideas, para Fukuyama esto no quiere decir que todos los países, son democracias liberales, sin embargo esto no es lo relevante ya que en términos tendenciales inevitablemente por efectos de la globalización y la expansión de las sociedades de consumo devendrán en democracias liberales. Para ello deben cumplir con tres condiciones:
Fukuyama observa que los países que lograron un alto nivel de desarrollo industrial como EE.UU., Japón, Europa Occidental, son los que desarrollaron democracias estables; es decir, para el autor, existe una alta correlación entre el desarrollo económico de un país y la estabilidad de estos sistemas representativos.
Para fundamentar el fin de la evolución social Fukuyama se sustenta en dos aspectos del ser humano: la actividad económica y la necesidad de reconocimiento. El autor nos orienta hacia el desarrollo de la ciencia y tecnología, ya que éstas al aumentar la productividad económica ofrecen una herramienta para satisfacer las necesidades crecientes de las personas. La difusión de la tecnología aumenta las relaciones entre las sociedades y la expansión de la cultura de consumo, lo cual se traduce en una mayor adhesión al liberalismo económico. Sin embargo, la expansión del liberalismo económico no se expresa necesariamente en la existencia de liberalismo político.
De acuerdo a Fukuyama el fin de la Historia eliminaría la necesidad de guerras y revoluciones sangrientas. Los seres humanos satisfarían sus necesidades por medio de la actividad económica sin tener que comprometerse en ese tipo de conflictos.
El autor incluso va más allá al señalar que el liberalismo resuelve las contradicciones de las sociedades pre-existentes y en este sentido refuta a Marx. Fukuyama señala que: "...Marx, hablando el lenguaje de Hegel, afirmó que la sociedad liberal contenía una contradicción fundamental que no podía resolverse dentro de su contexto, la que había entre el capital y el trabajo; y esta contradicción ha constituido desde entonces la principal acusación contra el liberalismo."4 Sin embargo para Fukuyama citando a Kojève , el problema de clase ha sido en realidad resuelto con éxito en Occidente, ya que para él, el igualitarismo de los EEUU de América ha permitido la existencia de la sociedad sin clases propuesta por Marx. El autor no cae en la ingenuidad de negar la existencia de ricos y pobres en los Estados Unidos, o el aumento de la brecha entre ellos en las dos últimas décadas del siglo XX Sin embargo, atribuye las causas básicas de la desigualdad económica a a las características culturales y sociales de los grupos que la conforman, que son, a su vez, el legado histórico de las condiciones pre-modernas y no a la estructura legal y social subyacente a nuestra sociedad, la que, en su opinión, "...continúa siendo fundamentalmente igualitaria y moderadamente redistributiva."5
Por último Fukuyama acepta la existencia de conflictos que pueden debilitar al liberalismo como sistema político, tales como: drogas, los sin hogar, delincuencia, daños al medio ambiente y la frivolidad del consumismo.
Hasta aquí hemos reseñado los aspectos centrales de las tesis de Fukuyama, en lo que sigue presentaremos las principales debilidades de su pensamiento, las que podemos agrupar en las siguientes categorías:
En esta categoría se encuentran una serie de atribuciones que Fukuyama hace a Hegel y Marx que no se encuentran en el pensamiento de estos y luego refuta estas posiciones para validar su pensamiento; lo que es conocido generalmente con el nombre de la falacia del hombre de paja. Por la extensión de este artículo no nos referiremos a este punto, sólo dejamos constancia de ellas.
Sin embargo, hay dentro de esta categoría una falacia que no es menor para el desarrollo de los argumentos de Fukuyama y ésta tiene que ver con el fin de las utopías. Para Fukuyama el derrumbe del bloque soviético, corresponde a la caída del comunismo, tanto como idea utópica de sociedad como expresión de un modelo de sociedad concreto y aquí el autor no se detiene a analizar en ningún momento si el modelo socio-económico y político de los países del Europa del Este correspondía a sociedades comunistas o al menos en transición a esta forma de organización social.
Fukuyama aprovecha la caída del muro y el derrumbe del bloque soviético que crean la sensación que con esto finaliza por inviable el experimento de construcción de toda sociedad post capitalista, dándole la razón a su tesis central: la historia llegaba a su fin; la democracia occidental y el liberalismo económico son la forma más acabada de sociedad a la que podemos aspirar.
Si se aplica un mínimo de rigor analítico se puede observar que el tipo de sociedad que se había desarrollado en la Unión Soviética y los países de Europa del Este, se encontraba muy distante de las formulaciones originales de Marx que delineaban una organización política basada en la democracia directa y en productores directos controlando el excedente generado en el proceso productivo. Más bien estos países devinieron en sociedades totalitarias, donde el excedente era apropiado por un pequeño grupo, llámese éste nomenklatura, burocracia o burguesía de estado.
Al respecto existe un rico debate abierto aún (ver Las experiencias históricas de transición al socialismo de Jesús Sánchez Rodríguez) sobre los socialismos realmente existentes y las sociedades de transición post capitalistas.
Al atribuir Fukuyama al modelo de la Unión Soviética el carácter de comunista, aprovecha para la validación de su tesis el derrumbe de esta sociedad, en circunstancias que lo que cae es un modelo totalitario muy alejado de la utopía del comunismo. Por lo tanto, no se puede desprender que el liberalismo ha superado a toda forma de utopía alternativa a éste y en particular frente al comunismo, ya que no puede decirse que éste se haya expresado realmente en una sociedad concreta.
La visión de Fukuyama coincidente con las de Hegel y Marx considera que hay un momento inicial; la idea en Hegel, las comunidades primitivas en Marx; a partir de la cual se desenvuelve la Historia y luego de la negación de la negación se llega a una situación ideal, utópica, finalista y para el observador, estática, inmutable.
Sin embargo, esta forma de concebir la dialéctica y el desarrollo de la Historia en términos teleológicos es solo una manera de verlo, ya que a priori, nada impide que una vez alcanzado un cierto nivel de desarrollo por la humanidad, se presenten nuevos desafíos y por tanto nuevas formas de organización de la sociedad que proporcionen mayores niveles de satisfacción a sus integrantes.
Por otro lado, también se puede realizar una crítica en términos de la unilinealidad con que se concibe el desarrollo de la Historia, en circunstancias que pueden existir ramas de desenvolvimiento, al estilo de un árbol, donde a diferentes realidades culturales, diferentes son las soluciones que se adoptan para resolver las necesidades de la sociedad.
Si bien la tesis de Fukuyama sobre el fin de la Historia proporcionó un modelo explicativo aparentemente adecuado para los fenómenos que estaban ocurriendo en Europa del Este y que hemos simbolizado en la caída del Muro de Berlín, tan sólo doce años más tarde en el 2001, la majadera Historia se encargó de mostrarnos que las contradicciones seguían existiendo en un mundo que había dejado de ser bipolar, tras la caída de las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York.
Este hecho mostró la persistencia de conflictos en el escenario internacional a un punto que no se puede desconocer su importancia. La diversidad religiosa y cultural, asociada a los intereses por recursos estratégicos, son y seguirán siendo una fuente potencial de conflictos a los cuales el liberalismo no da respuesta, por el contrario la competencia por estos recursos en el sistema económico son más bien un tema intrínseco de este modelo de sociedad.
Tan solo una década después del atentado a las Torres Gemelas, la Primavera Árabe fue el inicio de un movimiento que se extendió por una buena parte del planeta. Sin duda, la expresión más clara de esto, es el movimiento desarrollado en el mundo árabe, que llevó a cambios de régimen político en Túnez, Egipto y Libia. Es cierto que un aspecto central de estos cambios políticos han estado orientados a democratizar sociedades de signo absolutista, lo cual parecería darle la razón a Fukuyama, sin embargo en el mundo árabe los nuevos gobiernos de estos países no necesariamente le han dado una ordenación a la economía y la política en el sentido que Fukuyama ha señalado.
Más aún, los incipientes grupos de finales del siglo XX y comienzo del XXI, anti globalización, de signo ecologistas y diferentes expresiones de la sociedad civil que reivindican derechos y libertades políticas tuvieron un nuevo aire en el 2011 y en este caso la crítica fue poderosamente anti-sistémica propugnando por un cambio radical al modelo neoliberal. Movimientos como el 15-M de la Plaza del Sol, de los Indignados o el fuerte movimiento por un cambio en el sistema educativo en Chile, han cuestionado las bases que le dan sustentación de lo que Fukuyama entiende por liberalismo. En el caso chileno las críticas estuvieron orientadas al "lucro" y en el español a la democracia representativa. En ambos casos la situación esta en un status quo, pero ciertamente son situaciones latentes a la espera de definiciones.
Es pertinente señalar, sin embargo, que en ninguno de estos casos se ha presentado un modelo de sociedad que reemplace al actual modelo socio-económico o que sea una alternativa remozada.
El planteamiento de Fukuyama nos parece de sumo interés por cuanto reflexiona sobre las características y la forma que las personas nos organizamos para vivir en sociedad y esto tiene implicancias enormes sobre el nivel de bienestar y, en última instancia, sobre la felicidad de miles de millones de seres humanos.
En las líneas siguientes desarrollaremos algunas ideas sobre aspectos que nos parecen centrales como desafíos a resolver por cualquier tipo de sociedad futura.
Es evidente que en los últimos dos milenios la humanidad ha avanzado de manera significativa en la conquista de derechos económicos, civiles y políticos, sin embargo, aún está por verse si el modelo de sociedad propuesto por el liberalismo o de algún por otro por venir, es el definitivo. En lo inmediato las sociedades liberales de Fukuyama, deben resolver la enorme desigualdad que estas sociedades generan y que es una tendencia intrínseca en los países que siguen este modelo.
De acuerdo a un sólido estudio de Thomas Picketty (El Capital en el Siglo XXI), la tasa de crecimiento de la economía de los países es inferior a la tasa de rentabilidad del capital, por lo cual, los dueños del capital se apropian de manera sistemática de una fracción superior del nuevo producto generado en la actividad económica, a lo que lo hacen el resto de los agentes económicos. Con esto, la tendencia a la concentración de la riqueza y el ingreso tiende a incrementarse en vez de disminuir.
La evidencia y solidez de la información aportada por Picketty no ha sido refutada hasta el momento y descansa en el estudio de largas series de datos de las principales economías del planeta.
De ser así y es lo que la evidencia empírica nos presenta permanentemente, los niveles de desigualdad, serán siempre una fuente de conflicto potencial que amenazará la estabilidad de estas sociedades.
El creciente uso de teléfonos inteligentes en la última década es un fenómeno de consecuencias imprevisibles en las comunicaciones de las personas. Este fenómeno no es un hecho aislado, sino que se viene a sumar a todo el desarrollo de las telecomunicaciones y la Internet en el último tiempo; el proceso ha sido muy breve y ha tomado muy pocos años, pero sus efectos ha sido profundos en la sociedad humana, al punto que hoy sólo estamos viendo la punta del iceberg de los cambios asociados a él.
Los alcances se extienden a una serie de aspectos de las actividades humanas, de los cuales los más obvios son los relacionados con las comunicaciones y la economía. Sin embargo, hay una marea profunda relacionada con el conocimiento y la democratización de las relaciones humanas.
El impacto que tiene en nuestras vidas la gigantesca cantidad de información disponible en la red para casi todo el mundo es de proporciones inimaginables y está cambiando progresivamente las capacidades y el potencial de cada ser humano de una forma que solo pueden ser comparables al uso de la escritura y al uso de máquinas junto a combustibles fósiles. Este proceso está cambiando la forma en que adquirimos conocimiento y a todo el sistema educativo, pero por sobre todo socializa la información.
Por otro lado, el desarrollo de las comunicaciones asociado a este proceso, contribuye igualmente a democratizar las relaciones entre las personas. El antiguo modelo de los medios de comunicación tradicionales en que existe un solo emisor para muchos receptores con escasa o nula comunicación entre ellos, ha dado paso a un modelo interaccional del tipo redes, donde todos se pueden comunicar con todos. Esto ha afectado sensiblemente las relaciones de organizaciones y grupos, horizontalizando las relaciones de poder entre ellos y contribuyendo a crear relaciones crecientemente más democráticas.
Para muestra un botón. Es conocido que el movimiento estudiantil del 2011 en Chile coordinaba sus actividades por los más diversos medios que las nuevas tecnologías ofrecen, llámense redes sociales, blogs, mensajes de texto o whatsapp.
La dimensión señalada en este punto tendrá un significativo impacto en la sociedad del mañana y por cierto los diseños que hoy hagamos de los proyectos de sociedad futuro, deben abordar los desafíos y posibilidades que presentan estas nuevas tecnologías.
Un aspecto que crecientemente está en el primer punto de la tabla, son las consideraciones ambientales y de manera más amplia la sostenibilidad de los modelos económicos. Hasta mediados del siglo XX, este no era un tema relevante en la agenda de ningún político o economista. Pero hoy, ya no puede ser ignorado ante la cada vez menor cantidad de recursos libres a ser explotados; pero sobre todo a la magnitud de los efectos de la actividad económica en el medio ambiente.
Aunque resulte un tanto técnico mencionarlo, los mecanismos e incentivos económicos deben incorporar en las empresas y unidades económicas el costo de las decisiones ambientales, o lo que en la jerga económica se denomina internalizar los costos. De no ser así los resultados pueden ser desastrosos a mediano y largo plazo y es lo que estamos viendo en la actualidad cuando el incentivo principal es la utilidad, sin considerar los costos ambientales.
El efecto ambiental de actividades económicas más cercanas a la población, en un territorio que se hace cada vez más escaso, puede ser desastroso y es precisamente eso lo que vivieron los habitantes de Freirina en la Región de Atacama a consecuencias de la planta faenadora de cerdos de la empresa Agrosuper.
El desafío a resolver en esta área es el de la sustentabilidad. Cualquier proyecto de sociedad o utopía, necesariamente debe incorporar este aspecto como eje central de sus planteamientos a riesgo de enfrentar contradicciones insolubles en el mediano plazo.
Para completar los primeros mil millones de seres humanos sobre el planeta se tomaron aproximadamente 12.000 años, en cambio desde el año 2000 se adicionaron mil millones de personas en tan solo una década.
De acuerdo a las proyecciones de población, para el 2100 los habitantes del planeta alcanzarían, la no despreciable cifra de 10 mil 900 millones de personas. Por otro lado, la población mundial avanza rápidamente en edad: el número de personas mayores de 60 años pasará de 841 millones actualmente a dos mil millones en 2050 y unos tres mil millones en 2100.
La magnitud de estas cifras plantea desafíos enormes a cualquier sistema socio-político y en todas las áreas de la actividad humana. De orden espacial, urbano, transporte, educación, salud, seguridad social, por nombrar sólo algunas de las más evidentes.
La consideración sólo de este punto, es argumento más que suficiente para considerar cualquier modelo de sociedad perfectible y por tanto, en ningún caso inmutable o definitivo.
Hemos querido abordar el análisis critico de la tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la Historia, por cuanto nos parece un tema de la primera importancia. La forma que los seres humanos vivimos y no organizamos para vivir en sociedad tiene un efecto directo sobre la calidad de vida y el bienestar de cada uno de nosotros.
Los seres humanos se han dado diferentes formas de organización socio-politica en el transcurso de la historia y en el siglo XX, conscientemente se impulsaron proyectos que buscaban resolver las necesidades de los seres humanos, buscando ser la solución definitiva y finalmente fracasaron. El único aparentemente exitoso es el que Fukuyama llama sociedad liberal.
Sin embargo, como hemos visto en la sección Reflexiones finales, ni siquiera este último pasa todas las pruebas y desafíos que nos presentará la sociedad del mañana.
La sociedad futura, donde los seres humanos vivan en armonía, basados en las relaciones aprendidas en el amoroso cuidado de los progenitores y en armonía con la naturaleza, aún esta por formularse y es tarea de ésta y de las generaciones futuras.
Fukuyama Francis. ¿El Fin de la Historia?, Revista Estudios Públicos número 37, verano de 1990.
Fukuyama Francis. El Fin de la Historia y el Último Hombre.
Fukuyama Francis. Pensando sobre el Fin de la Historia Diez Años Después.
Oro Tapia Luis R. ¿El fin de la historia? Notas sobre el espejismo de Francis Fukuyama, Revista Enfoques, segundo semestre, número 7, Universidad Central de Chile.
Picketty Thomas. El Capital en el Siglo XXI.
Sánchez Rodríguez Jesús. Las experiencias históricas de transición al socialismo.
1 ¿El Fin de la Historia?, Francis Fukuyama. Revista Estudios Públicos número 37, verano de 1990.
2 Ibid.
3 Ibid.
4 Ibid.
5 Ibid.