Jorge Mendoza Vester
Economista Universidad de Chile
Magister en Pensamiento Contemporáneo Universidad Diego Portales
Arendt sostiene que las revoluciones no deben entenderse como un simple cambio de un gobierno a otro1, más bien son procesos que dan origen a realidades enteramente nuevas y un momento en que una sociedad inicia la marcha desde un nuevo origen. En este sentido, considera que una revolución es un proceso fundacional.
La autora compara la Revolución francesa y la estadounidense, señalando que en la última existían condiciones en la textura social que se habían generado con anterioridad a la Revolución, más precisamente en el descubrimiento de América y en la Colonización. En su opinión, en las colonias americanas se habría dado una suerte de “igualdad envidiable” de manera orgánica y natural. Por el contrario, en Europa esto habría requerido violencia revolucionaria.
Para Arendt, ambos procesos revolucionarios incorporaron en la escena la libertad, la cual debe coincidir con la experiencia de un nuevo origen. Arendt plantea, que la idea de libertad es una de las nociones básicas del “mundo libre” y ésta debe ser el criterio con el cual debe ser juzgado la constitución de un cuerpo político.
Para Arendt, la desconfianza de los “padres fundadores” ante el poder requería poner limites ante la apetencia de este poder y los llevó a establecer un gobierno constitucional limitado.
Para los “padres fundadores” de Estados Unidos, la independencia de la corona no planteaba el problema de limitar el poder sino fundar uno nuevo. En este último sentido, el objetivo genuino de la constitución estadounidense era crear más poder para una autoridad que se ejercería sobre un territorio en expansión. En este aspecto, la constitución de Estados Unidos consolidó el poder de la Revolución cuyo fin era la libertad. Esto permitió que la piedra angular en que se funda la Revolución estadounidense sea la constitución como fuente de autoridad de las leyes.
La gran ventaja para los estadounidenses es que estos se estaban liberando de una monarquía limitada, en cambio los franceses lo hicieron de una monarquía absoluta. Es por esto, que en la Revolución francesa se reemplazó al rey por el pueblo y vio en éste no sólo la fuente del poder sino que también el origen de las leyes.
Al radicar poder y autoridad en un mismo origen y no considerar la naturaleza cambiante del pueblo, se generó una fuente de inestabilidad que la Revolución francesa no pudo superar y por tanto fracasó en generar un cuerpo constitucional estable que consolidara la libertad.
1Arendt Hanna, Sobre la revolución. Alianza Editorial, Madrid 2012, pag. 25.