2014-01-20
Este documento fue escrito en conjunto con con Juan Carlos Durán y Pedro Holz, de quienes tengo muy gratos recuerdos en general y por esa experiencia de trabajo en conjunto en particular. Por cierto, cualquier error o modificación respecto al trabajo original es de mi exclusiva responsabilidad.
Jorge Mendoza Vester
La crisis internacional de 2008-2009, ha sacudido el mundo entero, dejando caer el peso de sus consecuencias sobre los hombros de las mujeres y hombres más humildes de nuestra sociedad. La globalidad y dimensión de la crisis actual ha desnudado la irracionalidad del sistema capitalista y a la institucionalidad que acompaña a su modelo económico, al punto que parlamentos y partidos políticos se encuentran entre las instituciones con mayores niveles de desprestigio y desaprobación. A lo largo y ancho del planeta crecen las exigencias por verdadera democracia y se hace más presente que nunca la necesidad de un nuevo modelo que supere el actual.
Sin embargo, a pesar de estos fuertes cuestionamientos al sistema, aún no se ha producido una fisura que permita vislumbrar con claridad una nueva organización de la sociedad que nos permita vivir como seres humanos plenos y relacionarnos como iguales en la diversidad.
Al presente, la mayor parte de las sociedades conocidas han estado basadas en la apropiación del excedente generado en el proceso productivo por unos pocos. Esta forma de relacionarse de las personas en el área de la economía ha sido acompañada de una institucionalidad que posibilita dicha situación y ayuda a reproducirla.
Aspiramos a una sociedad donde la organización de su economía esté basada en relaciones de cooperación en una amplia acepción que se extiende a la vida cotidiana, cultural, social y política. Esta sociedad es democrática, solidaria y participativa; fundada en las ideas de igualdad y libertad, en una relación armónica con el medio ambiente y la naturaleza, en la fraternidad y, en la defensa de los derechos humanos.
Esta sociedad se basa en la asociatividad natural del ser humano, en la cooperación que lo ha acompañado a lo largo de su historia como especie y en el amor que nos acompaña desde la más tierna infancia y que aprendemos a través del cuidado amoroso de nuestros progenitores.
Una nueva ordenación política de la sociedad requiere reformular el actual sistema, ya que la democracia representativa ha posibilitado la usurpación de la soberanía popular y la apropiación del poder por los grupos dominantes. La nueva formulación de la democracia que proponemos corresponde a la democracia directa o participativa.
En la democracia directa el énfasis está puesto en la soberanía popular, evitando que los representantes se autonomicen del mandato entregado por sus representados. Por esta razón, en la democracia directa los representantes son revocables en todo momento.
En la democracia directa las personas no son reelegidas en los cargos de representación para evitar la conformación de una clase política con intereses propios.
La democracia directa tiene antecedentes profundamente enraizados en la historia humana. Los pueblos originarios y comunidades ancestrales de todo el mundo se asociaron sobre bases éticas y culturales, formando comunidades horizontales, eligiendo representantes en muchos casos por sabiduría culturalmente sancionada. Esta modalidad organizativa es aquella que por más tiempo se han dado los seres humanos.
La democracia directa fue la fórmula de la comuna de París el año 1871. En América fue conocida por el pueblo iroqués, que influyó en la formulación de la Constitución de los EEUU y, en la creación de nuestro país como república independiente, fue la forma en que se organizaron las asambleas de los pueblos, disconformes con la dictadura de O' Higgins.
Sin embargo, más allá de las meras formulas, para que la ciudadanía participe en forma real y se exprese la voluntad popular es necesario desarrollar una cultura democrática, donde se valore la diversidad y "se respete al otro como un otro válido en la convivencia".
Conscientes que los grupos humanos pequeños favorecen las relaciones horizontales y democráticas, priorizamos una democracia que surge del barrio, la comuna y las organizaciones naturales de la ciudadanía. Privilegiamos lo local, la comunidad y la asociatividad que surgen de éstas.
La sociedad industrial se ha concentrado en producir bienes con grandes estructuras para aprovechar economías de escala; este modelo de organización social ha tenido un enorme impacto ecológico. El futuro requiere desarrollar estructuras descentralizadas, auto-organizadas, de menor escala, que tiendan a la autosuficiencia, con capacidad para incrementar la calidad de vida consumiendo menos recursos. Donde además el tamaño de las comunidades facilite la participación y la democracia directa.
Además de nuestras opciones éticas y filosóficas por compartir y cooperar con nuestros semejantes, nos asiste la certeza, como lo demuestran la historia y la ciencia moderna que los seres humanos, estamos mejor dispuestos y preparados para cooperar que para competir, esto tiene profundas implicancias en nuestro modo de relacionarnos social y políticamente.
De las bases biológicas de lo que nos constituye como humanos: el sistema nervioso y el lenguaje; moldeados por la historia del individuo y la especie emergen formas asociativas de relacionarse, esto a pesar de encontrarnos inmersos en un mundo de relaciones patriarcales. Un ejemplo de ello, es como subsisten las relaciones matrízticas en la crianza de niños pequeños, la educación pre-escolar y prácticamente todas las políticas de protección de la infancia.
Proponemos una concepción económica que ponga en el centro al ser humano y la naturaleza. Esto requiere superar el actual modelo económico, cultural y político, articulando la aspiración por una mayor igualdad económico-social, con el respeto al derecho a vivir en un ambiente ecológicamente equilibrado, que garantice la sustentabilidad, calidad de vida y el buen vivir. Un modelo que redistribuya la riqueza social y que al mismo tiempo supere la matriz cultural consumista, competitiva e individualista de la vida social.
Hemos aprendido de la historia y hemos visto que en el capitalismo y en las fallidas experiencias de los socialismos reales, que cuando los trabajadores no controlan los medios de producción se generan las condiciones para la apropiación del excedente generado en el proceso económico por los dueños o controladores de estos medios de producción. En este sentido vemos de manera crítica las experiencias de economías centralmente planificadas donde el Estado controlado por un grupo o partido toma las decisiones económicas relevantes, ya que además esto es extrapolado a todas las esferas de la sociedad.
Por esto postulamos una organización de la economía, que supere la falsa dicotomía entre estado o mercado y, que esté basada en formas cooperativas y autogestionadas, donde son los propios trabajadores los que administran sus medios de trabajo, donde las decisiones son tomadas en base a la fórmula "una persona un voto" y no en base al capital aportado, ya que "cuando los trabajadores no administran, alguien lo hace por ellos". Forman parte de este sector entre otros: empresas sociales, cooperativas, asociaciones de productores, asociaciones de consumidores, redes de ayuda mutua, redes de comercio justo, fondos de crédito rotatorios, microcrédito, redes de trueque, ferias populares, huertos familiares y/o comunitarios.
Las experiencias de autogestión y cooperativismo son antiguas en la experiencia humana y han existido en diferentes tipos de sociedades (Unión Soviética, Yugoslavia, en los estados de bienestar, también en países donde impera el capitalismo salvaje) y en nuestro continente la minga y el ayllu responden a esta forma comunitaria de producir. Por si sola una empresa autogestionada es sólo una gota en el océano, sin embargo, una red de organizaciones de este tipo, configura no sólo un sector de economía autogestionada y solidaria sino que también las bases sólidas de una futura sociedad donde predominen sus valores y formas de relacionarse.
Este sector de economía autogestionada es central en nuestra propuesta de cambio y es en el cual las personas empiezan vivir desde ya la sociedad del futuro en el presente y en el cual se realiza de manera integral nuestro proyecto de sociedad en su conjunto.
En nuestra propuesta económica vemos al Estado como un articulador y gestor de los grandes proyectos nacionales y responsable de proveer los servicios esenciales que requiere la comunidad; su rol es facilitar y promover el desarrollo de la economía solidaria, donde ésta es la principal protagonista.
Nuestra opción preferencial por la economía autogestionada no invalida la existencia de empresas del estado como por ejemplo la gran minería del cobre y, de la iniciativa privada, particularmente en el área de la micro y pequeña empresa. Estas empresas, encargadas de la explotación de las grandes riquezas nacionales o proveedoras de los servicios esenciales de la comunidad constituyen el área social de la economía y se rigen por la participación de sus trabajadores y sobre todo, por el control democrático de la ciudadanía.
Al proponer una sociedad basada en la organización del conjunto de la ciudadanía que supere al capitalismo, se debe colocar la participación en el centro de su quehacer. En efecto la nueva sociedad será fundamentalmente democrática y participativa.
Durante la Unidad Popular, Chile tuvo una riquísima experiencia en este ámbito. Lo anterior no significa que se deban replicar mecánicamente estas experiencias, pero si rescatar enseñanzas generalmente olvidadas.
Estos antecedentes nos permiten afirmar, por ejemplo, que la participación tiene al menos dos dimensiones: la comunidad, es decir, el territorio donde se vive y el lugar de trabajo.
Como dijimos antes, postulamos vivir la utopía en el presente, lo que implica generar, al igual que en la transición del feudalismo al capitalismo, desde ya los gérmenes de una nueva sociedad multicultural, con un Estado plurinacional al servicio del pueblo.
Los movimientos sociales generan nuevas formas de organización que pueden transformarse en gérmenes de poder alternativo. En el caso chileno, las movilizaciones sociales del año 2011 dieron origen a las Asambleas Ciudadanas en algunas de las cuales participamos desde el primer momento.
A partir de estas experiencias parece pertinente sugerir la creación de asambleas ciudadanas en el máximo de comunas, siempre a partir de las necesidades específicas de cada una de ellas. Las asambleas ciudadanas son organizaciones amplias y diversas políticamente y sus miembros participan a título personal.
Relevante es la autogestión comunitaria que puede estar presente en distintos ámbitos, que van desde lo productivo hasta lo cultural, pasando por una amplia gama de posibilidades y que también deberá ser impulsada en los territorios.
Por cierto, existen Espacios institucionales de participación a nivel comunal, participamos en ellos, sin embargo, priorizamos nuestra presencia en organismos surgidos desde la comunidad, ya que el neoliberalismo es la antítesis de un modelo participativo.
De la misma manera como en las empresas autogestionadas comunales la asociación de productores libres e iguales puede dar origen a empresas cooperativas de mayor envergadura.
El cooperativismo que no ha sido dominante en el capitalismo, ha incursionado en los más diversos sectores: industria manufacturera, agricultura, pesca ahorro y crédito, distribución, etc. Aún cuando vive bajo la amenaza permanente de ser absorbido por el sistema capitalista en el que está inserto, puede ser un germen de la nueva sociedad.
Por cierto la participación en el lugar de trabajo depende en forma importante de la propiedad de la empresa, así, mientras las empresas autogestionadas y las cooperativas son en sí mismas una expresión de participación, la participación real en empresas privadas es más difícil al depender de la voluntad del propietario. En Chile, es posible la participación en las empresas del estado y, por qué no, en la administración pública. Para estos efectos deberemos diseñar modelos específicos y contaremos con la oposición de los gobiernos del duopolio.
Es precisamente en la vida cotidiana donde se desarrollan los sujetos y la democracia.
Es el feminismo una de las corrientes del pensamiento que ha puesto más énfasis en el hecho que las relaciones de poder capitalista-patriarcales se replican en todos los niveles de la sociedad y por cierto en la familia. En 1947, Amanda Labarca, constató que la sociedad fabril "trajo como corolario un nuevo régimen jerárquico basado-no en la igualdad esencial entre los seres - sino en una escala de valores en que el varón se confería a sí mismo el puesto supremo, y el estado se reservaba las máximas atribuciones de iniciativa y control.". Si bien en los últimos años ha habido avances en este ámbito queda muchísimo por hacer. El cambio radical debe llegar al seno del hogar y es muchísimo más que una "ayuda" en las tareas de la casa.
Las feministas chilenas sintetizaron esta lucha en la época de la dictadura con la consigna "democracia en el país y en la casa", términos que deberán ser hoy los nuestros, en la perspectiva de superar las relaciones de poder y dominio entre hombres y mujeres en todos los espacios de la sociedad.
El cuidado del medio ambiente incide crecientemente en la vida cotidiana. Si bien es cierto que a menudo medidas adoptadas a nivel domiciliario no resuelven problemas estructurales, también en este ámbito debemos buscar la coherencia entre nuestro actuar diario y nuestro discurso político. Así, por ejemplo, el ahorro de agua en el hogar no supera el problema de la privatización de los recursos hídricos en nuestro país, pero esto no invalida campañas de ahorro, ya que ayudan en la lucha mayor por recuperar este recurso y relevan su importancia.
Existen muchos ámbitos donde son válidas estas consideraciones, así por ejemplo: la separación de la basura en la perspectiva del reciclaje; el ahorro de energía (desde el uso de ampolletas especiales hasta la utilización de energía solar, etc.); el uso de productos de limpieza ecológicos e inclusive cambios significativos en nuestra alimentación.
La organización política de la sociedad contemplará espacios e instrumentos para el ejercicio del poder soberano de las comunidades (rurales y urbanas) en sus territorios, sobre el patrimonio natural y construido.
La justicia ambiental se promoverá como un principio que proteja a las comunidades de las actividades y proyectos de infraestructura o producción industrial que afecten su calidad de vida, su entorno natural, su hábitat, su economía local y su forma de vida tradicional o ancestral, asegurando su derecho a ser consultadas y participar de manera vinculante en los procesos de decisión pública sobre su territorio.
Recuperación de tierras para las comunidades y pueblos originarios y pequeños campesinos y de las costas y zonas marinas para los pescadores artesanales
Soberanía alimentaria: Producción local de alimentos, reproducción y cuidado comunitario de semillas, y prohibición de cultivos transgénicas en todo el país.
Pomovemos una protección activa de la biodiversidad, y del derecho de las personas a disfrutar de la naturaleza, y de un medio ambiente libre de contaminación. El fin del maltrato animal en todas aquellas actividades humanas no asociadas a la satisfacción de necesidades básicas.
Instrumento para los cambios
Proponemos una organización movimientista y no un partido clásico; una fuerza política radicalmente democrática, que se inspira en nuevas experiencias de participación de la izquierda latinoamericana. Abierta a las diferencias legítimas dentro del ideario propio de una izquierda del siglo XXI. Se funda en una estructura "de código abierto", es decir, en permanente construcción y renovación.
El movimiento está compuesto por personas que buscan transformaciones profundas para nuestra sociedad, por sus asambleas territoriales o funcionales y por sus expresiones en centros de estudio y trabajo, poblaciones, redes, frentes y demás espacios de la ciudadanía.
El movimiento promueve que las responsabilidades unipersonales sean asumidas por mujeres y hombres en igualdad de condiciones de participación y posibilitando que en todos los órganos colectivos exista paridad de género.
El movimiento se construye y desarrolla en torno a las iniciativas emancipadoras que -en los planos político, social y cultural- surgen de las luchas del mundo trabajador y la ciudadanía. Asume como prioridad política el impulso del protagonismo de los movimientos sociales y hace propia la crítica a las prácticas burocráticas y autoritarias de la política tradicional.
Promovemos la articulación de la izquierda política y social de la que se siente parte y busca potenciar sus coincidencias a fin de constituirla en protagonista del próximo tiempo. Con este objetivo, propone la configuración de un agrupamiento frenteamplista de la izquierda. Concibe esta tarea como un empeño permanente por la unidad de acción y la elaboración de un programa nacional y una línea política común de la izquierda.
El movimiento reconoce sus aliados principales en la izquierda democrática. Cultiva su memoria compartida, intenta comprender críticamente sus errores y aciertos, para proyectar su experiencia con sentido de futuro.
La concepción radicalmente democrática de la organización política al que movimiento aspira, en coherencia con su proyecto de sociedad, se expresa en el pleno respeto a la diferencia y en el ejercicio del derecho a la organización y expresión de la discrepancia, en el marco de sus definiciones básicas.
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